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Don Guillermo, el sonetista mayor.

Hasta pronto, don Guillermo.

QUEDO PLASMADO EN ESTA TIERRA, EL NOMBRE DE UN BARDO, QUE ABANDONO LA LIDES DEL AMOR, PARA VENIR AL LUGAR, DONDE LA INSPIRACION CRECE CON LOS FAVORES QUE LA NATURALEZA LE OTORGA A LA VISTA DEL POETA, PARA COMPLEMENTAR SU INSPIRACION.

VISITA A GUILLERMO SEPÚLVEDA

A finales del pasado mes de noviembre, Umberto Senegal, Leidy Bibiana y el editor de POETINTOS, visitamos de improviso al poeta Quindiano, Guillermo Sepúlveda , en su casa de Sevilla. De tan grata ocasión quedan los siguientes apuntes informales en versión libre.

La casa, de sólido diseño propio de poeta, y construida por su hijo Orlando, está en lo alto de una colina; aire limpio y diáfano. La custodian, dos perros "Chau-Chau" y un pastor alemán, en apariencias habituados a las visitas. Se llega desde el portillo medio oculto, justo antes del Parque de Recreación de Sevilla, Valle del Cauca. Un camión maderero y las lluvias de noviembre han deteriorado la vía. "Aquí se disfruta un paisaje de 360 grados", comenta el poeta tras los saludos y nuestro asombro por el panorama circundante. Nada más cierto. Los corredores de la casa, donde discurre la conversación, son palcos privilegiados hacia las estribaciones de la cordillera central, la Sevilla urbana; en el profundo occidente, el tapete verde del Valle y el cordón montañoso como cierre de la visual. "En la noche, o en días despejados, hacia el sur, se ven Armenia, Calarcá y otros municipios quindianos. Hace más de veinte años, con la compra de esta tierra, hice el negocio de mi vida. Por realizarlo, sacrifiqué la opción de continuar viviendo con Lucelly, mi eterna mujer soñada. Ella permaneció en Nueva York y yo vine a posesionarme del predio" (De su soneto, "Ella y el amor": Cómo te quiero mi amor Lucelly / y cómo siento que en mi pecho herido / el tiempo, tan fugaz, se ha detenido / para quedarse con tu amor, Lucelly. // Dulce despensa del amor, Lucelly: / Vino embriagante, trigo preferido, / hierba quemante, alucinante nido, / panal erguido en el amor Lucelly.) Recuerda entre divertido y triste, pero seguro de haber tomado la única decisión posible. "En esa época compre 400 cuadras a un precio de excepción. Ahora me quedan cuarenta; con eso tengo." Da instrucciones sobre la faena de ejercicios que el mayordomo hace con un caballo de paso.

A pesar de su confesa diabetes, se le ve vital; sonrisa traviesa, el apunte mordaz, inteligente. Nos ha recibido con agrado. No ve a Senegal desde varios años atrás, pero expresa su aprecio por él y por su padre, Humberto Jaramillo Ángel, de quien fue amigo cercano: "Leí su comentario sobre mi último libro y debo decirle que al margen del elogio, pocos han interpretado con tanto acierto mi poesía". Dice, a tiempo su pipa con Prince Albert, la exquisita picadura que le envían sus hijos desde Nueva York. "Pensé que hasta ahí llegarían mis publicaciones; pero a instancias de un amigo que valora mi obra, estamos seleccionando material para otro libro". Agrega con entusiasmo. "A proposito de su papá; no sé si usted conoce lo que ocurrió con uno de los libros de Baudilio. El Rapsoda se lo obsequió a Humberto con toda y sentida dedicatoria de su puño y letra. Días después, Baudilio fue a comprar condimentos a un granero y cuál no fue su sorpresa cuando el tendero le empacó los cominos en un cartucho de papel impreso con los poemas dedicados a su colega".

"Guillermo, usted alcanza un grado de calidad insuperable en el soneto. Lo suyo, además de perfección formal, de ritmo musical, es sustancia poética sobria y humana", acota Senegal entre referencias a las andanzas del poeta visitado, por los caminos del mundo, y una cerveza fría.

"Realmente nací en Caldas en 1928 y llegué al Quindío, a Montenegro, en la infancia; tiempo después habité en otros municipios. Escribo poemas desde muy joven. Los primeros se publicaron en el diario La Patria de Manizales, donde siempre tuve buena acogida. En 1947, la Imprenta Oficial de Caldas publicó mi libro La tarde y ella".

"A Chile llegamos huyendo de la violencia partidista. Mi padre tenia un periódico en Armenia; fue hostigado por sus opiniones políticas y debimos buscar refugio, primero en Bogotá, donde tampoco encontramos ambiente favorable y luego en Chile donde fuimos muy bien acogidos. Algún tiempo después regresé al país y me establecí en Manizales. De esa época, mediando el siglo pasado, recuerdo una anécdota. Circuló un poema de mi autoría, Sinfonía satánica del credo, que causó enorme escándalo en el ambiente pacato y clerical de la comarca. Tal la reacción, que un obispo emparentado con mi familia, me hizo saber su disgusto, vergüenza y hasta postración física, causadas por el texto. Un tanto conmovido, aunque no arrepentido de los versos, escribí algo con lo cual obtuve "indulto" moral; el soneto, Ave María, considerado por los enconados críticos como reivindicatorio y uno de mis mejores poemas.

Con posterioridad viajé a los Estados Unidos y viví durante muchos años en Nueva York, desempeñando oficios muy diferentes al intelectual. Sin embargo nunca he dejado de escribir poesía. En 1983, se publicó en Armenia, Sonetos y poemas; y precisamente en Nueva York, en 1992, la Editorial Pegasus dio a la luz Sonetos. Finalmente, con motivo del centenario de Sevilla, donde vivo hace ya mas de cuatro lustros, Ediciones "Llevo, Llevo la Memoria", realizó mi Selección Poética, reuniendo poemas ya publicados con otros inéditos".

De este último libro, reproducimos algunos apartes del prólogo:... "Una inútil modestia, que aún me acompaña, me mantuvo lejos de púlpitos y sanedrines literarios"... "Jamás he vendido ninguno de mis libros. Generalmente reparto algunos entre amigos y el resto lo escondo en el "cuarto de San Alejo", donde la humedad y las polillas acaban con ellos."

Quedan en nuestras memorias anécdotas, relatos y comentarios imposibles de incluir en esta corta reseña. Con la intención de un pronto regreso, dejamos al poeta a merced de la plácida tarde dominical.

Por: Hugo Hernán Aparicio.

Sinfonía satánica del credo

Creo en Lucifer, alucinado y fuerte
ahora y en la hora de la muerte.
Creo en Lucifer, ardiente y poderoso,
padre ardoroso de todos los que rezan
y blasfeman,
padre mio substancial y jubiloso.
Creo en Lucifer y gozo.
Creo en la muerte que nos arrebata
y en la que nos ata el corazón un poco.
Creo en las espadas que nos interfieren
y en las que no quieren defender la herida.
Creo, también, en Dios crucificado,
Padre, Hijo y Espíritu quemado
Y creo en Él, ahorcado por hereje
y por que no teje luceros todavía.
Creo en la noche y en el día,
creo en el amor desvertebrado.
Creo en el infierno, condenado,
en la primavera azul y en el invierno.
Creo en la pobreza que nos llena
el estomago de arena.

Creo en al agua, en el sol y en las palomas.
Creo en los gusanos que se enredan
En un hilo de seda.
Creo en el alcohol y la morfina.
Creo en todo lo que jira sobre el hombre
Y en el nombre de la rosa.

Y creo, tenaz y vigorosamente,
en el abismo de mi mismo
y en mi muerte.

Guillermo Sepúlveda

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